sábado, 21 de agosto de 2021

De tonto que soy

Juancho nunca tuvo suerte en toda su vida. Cuando nació, las enfermeras del hospital infantil iban a verlo a su cunero para corroborar lo que se comentaba en los pasillos del hospital, de que Juancho tenía una carita de tonto.

En los primeros años, los padres de Juancho no notaron "nada" extraño en su físico ni en su comportamiento. Juancho siempre estaba en silencio, callado, tenía todos juguetes que cualquier niño desearía tener, aunque creció sin tener un amiguito con quien jugar, pero él era feliz.

El momento más difícil en su vida, fue cuando comenzó a relacionarse con otros niños en la escuela primaria.

Juancho tenía la típica expresión de los tontos. En su rostro era evidente mucho más evidente. Aunque nadie nunca se burló de su rostro, sus compañeros de clase lo miraban de soslayo, por simple curiosidad, para descubrir sí realmente era un niño tonto.

Juancho era delgado, alto, de piernas y brazos largos, lo que contribuía a remarcar aún más sus facciones en su rostro.

Nunca suspendió ninguna asignatura, lo que hizo que aumentara aún más la curiosidad de sus compañeros de clase y de los profesores. Para Juancho eso no era tema de preocupación. Le gustaba estar solo. Siempre era último en la fila y se sentaba en el pupitre que estuviera lo más lejano posible del grupo.

Pronto se habituó a la soledad y a las miradas curiosas de quienes querían ver su rostro "algo" diferente del resto de los estudiantes. Su cara se volvió un "objeto de curiosidad" para muchos.Juancho se pasó de la primaria a la secundaria, del bachillerato a la Escuela de Superior de Comercio sin suspender ninguna asignatura.

Se graduó con Diploma de Honor y no fue difícil, para él, obtener un empleo en una prestigiosa firma especializada en finanzas gracias sus altas calificaciones académicas.

Se sentía cautivado o embrujado por los números, las ecuaciones, el álgebra, las matemáticas y todo lo que se pudiera resolverse con los números. Durante todo el tiempo estudió en la escuela de comercio, iba todos los días a la biblioteca a estudiar ecuaciones complejas de matemática.

Juancho llegaba temprano a las oficinas, saludaba a todos, daba los buenos días amablemente y se encerraba en su cubículo durante toda la jornada laboral sin hablar con nadie.

Pasaron varios años para Juancho notara la soledad en que vivía. Sin amigos con los cuales conversar o tomar una cerveza con sus compañeros de trabajo, hablar de futbol o de cualquier otro tema relajante.

-- "Tengo que hacer algo importante para ganarme la confianza de mis colegas." --se dijo así mismo mientras se despedía de sus compañeros.

De regreso a su casa, pasó cerca del local donde vendían los billetes de lotería. Se detuvo unos instantes frente a la vidriera, y dijo en voz alta:

-- "¿Cómo no se me había ocurrido antes?... Voy a estudiar la frecuencia de los números ganadores y todas las posibilidades para ganar el Gordo de la Lotería."... 

-- "Sí hago bien los cálculos, descubriré los números ganadores."... "Esto servirá para ganarme la confianza de mis compañeros." --se dijo así mismo en voz baja y se apresuró para llegar temprano a su casa.

Juancho estuvo durante muchas semanas estudiando y analizando las estadísticas de los premios de la lotería de varios años. Observó minuciosamente la frecuencia de cada uno de números ganadores, realizó varias tablas con ellos. Hizo miles de ecuaciones con los números ganadores. Estudió todas las posibles para hallar los números que podría ganar el Gordo de la Lotería.

Cansado y casi a punto de desistir, realizó una última ecuación sin ninguna esperanza, cuando descubrió que los números finales de la ecuación coincidían con otras soluciones anteriores.

Eufórico de tanta alegría, Juancho gritó sin tener en cuanta que era de madrugada:

-- "¡Eureka!, descubrí los números que ganarán el próximo sorteo del Gordo de la Lotería."

Rápidamente anotó los números en una hoja de papel, lo dobló y lo metió dentro de su portafolio. Estaba muy contento. Se acostó y durmió placidamente.

Al día siguiente, llegó a las oficinas más temprano. Sus colegas aún no habían llegado cuando Juancho se sentó en vestíbulo a esperarlos. Pronto llegaron varios compañeros.

-- "¡Hola Juancho! ¿Qué haces tan temprano sentado en vestíbulo?"

-- "Esperando por ustedes. Tengo una sorpresa que mostrarles." --contestó Juancho. Se puso de pie y les mostró en papel con los números.

-- "¡Estos son los números que saldrán en el sorteo del Gordo de la Lotería!" --exclamó Juancho.

-- "¡Vamos hombre, tú nos quiere tomar el pelo!... ¿Tú crees que somos tontos?"

-- "Por favor, déjenme explicarle cómo descubrí que serán los números ganadores...

Intentó continuar hablando, pero fue en vano. Sus colegas le dieron la espalda y se fueron a sus cubículos de trabajo. 

Juancho no trabajó ese día, salió de las oficinas y se fue directamente al local de venta de los billetes de la lotería. Compró un boleto con los números que tenía anotados en el papel. 

Por la noche, se sentó el sofá de su casa frente al televisor en espera del programa que transmitiría el sorteo del Gordo de la Lotería.

Con el boleto en la mano, Juancho esperó tranquilamente que cantarán los números ganadores del sorteo. Si inmuntarse, miró su boleto, sonrió y se fue a dormir.

Al día siguiente, se levantó más temprano que de costumbre y fue a una tienda, compró un marco de madera con cristal y regresó a su casa. Colocó el boleto ganador de la lotería en el centro del cuadro y partió para las oficinas.

Sin decir ni una palabra, Juancho fue cubículo por cubículo mostrando a cada uno de sus colegas el cuadro con el boleto ganador. Después entró a su oficina y colgó en cuadro en pared de frente a su mesa de trabajo dónde pudiera verlo desde su silla. Se sentó y comenzó a trabajar en silencio como era su costumbre.

Meses después salió en periódico local la noticia: 

"NADIE HA RECLAMADO EL PREMIO GORDO DE LA LOTERÍA 
DE 40 MILLONES"

Juancho conservó toda su vida el cuadro con el boleto ganador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario